La vocación no es algo que tú inventas, es un tesoro que encuentras. No es el plan que tú elaboras para tu vida, sino el proyecto que Dios-Trinidad te propone y te invita a realizar. No es principalmente una decisión que tú tomas, sino un regalo que recibes, una llamada a la que respondes.
Para descubrir lo que Dios quiere de ti, haz oración. En la oración podrás encontrar a Jesucristo y experimentar su amor; el Espíritu Santo afinará tu oído para que puedas escuchar, y te dará fortaleza y audacia para responder.
Para descubrir lo que Dios quiere de ti, necesitas hacer silencio exterior e interior, pues el ruido te impide percibir.Percibe tus sentimientos, pensamientos, preocupaciones, deseos. Escucha tanto a las personas que aprueban tu inquietud como a quienes la critican. Mira a los hombres y mujeres que te rodean: ¿qué te suscitan su tristeza, su dolor, su pobreza, su necesidad de Dios?
Ve tu historia: ¿Por cuál camino te ha llevado el Espíritu Santo? ¿Cuáles han sido los hechos más importantes de tu vida? ¿Qué personas han sido significativas para ti?, ¿por qué? Toma conciencia de tu presente: ¿Con quién te relacionas? ¿En qué inviertes tu tiempo? ¿Qué te hace feliz hoy? ¿Cómo es tu relación con Jesucristo? Contempla el futuro: ¿Cómo te imaginas dentro de diez años? ¿Qué experimentas al pensar en la posibilidad de consagrar tu vida a Dios? Tienes sólo una vida, ¿dónde quieres jugártela?
Los caminos para realizar la vocación consagrada son múltiples. Querer entregar tu vida a Dios y desear dedicarte a la construcción del Reino es necesario, pero insuficiente; debes, además, saber dónde quiere Dios que tú lo sirvas.Para descubrir tu lugar en la Iglesia es conveniente que conozcas las diversas vocaciones. Investiga cuál es la espiritualidad que viven las diferentes congregaciones religiosas o los institutos seculares. Visítalos y ve cómo viven: una orden contemplativa es diferente de una sociedad de vida apostólica.
Averigua cuál es su misión y por qué medios la realizan: enseñanza, hospitales, oración, dirección espiritual, misiones, promoción vocacional, medios de comunicación, parroquias… Pregunta quiénes son los principales destinatarios de su apostolado: jóvenes, pobres, sacerdotes, enfermos, niños, seminarios, indígenas, ancianos…
La vocación es una empresa muy grande, y es para toda la vida. Por eso, para lanzarte, debes antes haber reflexionado seriamente sobre ti y sobre el estilo de vida que pretendes abrazar.Analiza tus capacidades y limitaciones. Piensa si podrás vivir las exigencias que implica la vocación —contando, desde luego, con la gracia del Espíritu Santo—. ¿En qué te basas para pensar que Dios te llama? ¿Qué razones a favor y en contra tienes para emprender ese camino? ¿Qué circunstancias o personas pueden favorecer o dificultar tu respuesta? ¿Qué te atrae de ese estado de vida y qué te disgusta?
Habiendo descubierto lo que Dios quiere de ti, decídete a realizarlo.
Tomar tal decisión es difícil. Sentirás miedo. Tus limitaciones te parecerán montañas: El mismo profeta Jeremías, al conocer lo que Dios quería de él, dijo excusándose: «¡Ay, Señor mío! Mira que no sé hablar, que soy un muchacho» (Jr 1,6). Sin embargo, consciente de tus limitaciones y confiando en la gracia de Dios, responde como Isaías: «Aquí estoy, Señor, ¡envíame!» (Is 6,8), o como María: «Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38).Decir el “sí” con el cual comprometes toda tu vida es una gracia . Pídele al Espíritu Santo que te dé esa capacidad de respuesta. Evadir la decisión equivale a desperdiciar tu vida.
Una vez tomada la decisión, ¡lánzate! No te dejes vencer por el miedo, lánzate con todo y miedo. Pon los medios necesarios para realizar lo que has decidido. Resiste a la tentación de posponer tu ingreso en una casa de formación: «Te seguiré, Señor; pero déjame primero…» (Lc 9,61).
Entrar al seminario o al postulantado es el principio de un camino, pero aún no es el compromiso definitivo —como la ordenación sacerdotal o la profesión perpetua—. Los años de formación son también tiempo de discernimiento. Si vives con generosidad todo lo que se te proponga, y eres transparente con los/as formadores/as, Dios te irá aclarando si, de veras, esa es tu vocación o no; y te dará su gracia para asumir el compromiso definitivo o para continuar tu vida cristiana como laico/a.
La dirección espiritual no es, en realidad, un paso más en el proceso de discernimiento vocacional; es un recurso que puedes aprovechar en cada uno de los pasos anteriores. Tu director espiritual te motivará a orar y a percibir los signos de la voluntad del Padre; te indicará dónde obtener información y te ayudará a reflexionar. En el momento de la decisión te dejará solo/a, para que tú, frente a Jesús, libremente respondas a su llamado. Te ayudará a prepararte convenientemente para ingresar en una casa de formación.
¿Qué es el Centro Diocesano de Pastoral Vocacional?
Es el lugar para cuidad de aquellos que se sienten llamados por el Señor a seguirle, el CDPV trata de poner al joven cerca de Jesucristo para recibir respuesta de Él, conocer su voluntad y confirmar si le está llamando. Y para ello ofrece, poniendo a Jesucristo en el centro distintas actividades para encontrarse con Él.
Datos de contacto:
Teléfono: 636 02 13 24
Email: info@pastoralvocacionalmurcia.es