Noelia y Miguel, cuatro años casados

Hola, somos Noelia y Miguel, y llevamos poco menos de cuatro años casados.

Nuestra historia, noviazgo y matrimonio, es corta pero creemos que muy intensa, y la hemos vivido con mucha felicidad, desde la gracia y gracias a Dios. Nos conocimos en el año 2012, en diversos encuentros de la Acción Católica General. Noelia, de El Palmar, y Miguel, de Gijón, y durante el año 2013, con ciertas dificultades debido a la distancia y a nuestras agendas, pero con muchas ganas y con unas cuantas horas de conversaciones semanales, comenzamos nuestro noviazgo. Una etapa que siempre recordaremos con una sonrisa enorme, y en la que indudablemente Dios se hizo presente en nuestra vida. ¿Dónde hemos percibido esto? Por una parte, hay ciertas señales que para unos podrían ser fruto de una mera casualidad, y para otros un mensaje que penetra en el corazón y te va convenciendo de que merece la pena invertir lo necesario en estar junto a esa persona que ha aparecido en tu vida, y caminar junto a ella, porque Dios lo quiere: “Yo estaré contigo y esta será para ti la señal de que yo te envío” (Ex 3, 12).

Pero sobre todo, Dios se hizo presente gracias a la Iglesia, que quiso que coincidiéramos durante un año a su servicio a través de la Acción Católica General, en la comisión permanente en Madrid. Ahí se forjó nuestra decisión de construir un proyecto de vida común. Compartir el mismo trabajo, aprender de los mismos testimonios de vida, planificar juntos nuestro tiempo libre, vivir juntos la fe…y pasar tanto tiempo juntos, no es algo que nos haya agobiado, sino que nos ha hecho más fuertes y ha sido la semilla para plantearnos nuestro matrimonio. Y cuando los dos lo sentimos igual de claro, tomamos la decisión de casarnos.

Fue bonito, y algo divertido también, ver la reacción de familiares, amigos…que pensaban que les estábamos tomando el pelo cuando les dimos la noticia, ya que llevábamos poco menos de un año de novios. Pero, ¿por qué esperar teniéndolo claro? Creemos que a día de hoy podemos dar gracias a Dios por haber escogido aquel momento, marzo de 2014. Quizás sea la fuerza del sacramento, pero ciertamente casarse es una experiencia que marca de por vida, en la que Dios imprime su huella y te ayuda a no dejar las vivencias y decisiones importantes “a la deriva”. De hecho al año siguiente uno de nosotros (Noelia) terminaba sus tres años de servicio en la comisión, y encontraría un nuevo trabajo aquí en nuestra diócesis, a través de Cáritas, y mientras que el otro (Miguel) aún seguiría en Madrid, por lo que de nuevo tocaba estar separados, pero el tener ya discernido nuestro proyecto y futuro fue algo que nos ayudó a vivir con tranquilidad y paz esta etapa.

Desde Septiembre de 2016 ya vivimos juntos aquí en Murcia, y seguimos construyendo día a día nuestro matrimonio. Indudablemente hay muchas cosas que nos unen, pero también otras en las que no somos iguales, como por ejemplo nuestro carácter. Dijimos esto recientemente en una parroquia a un grupo de jóvenes, y nos decían que claro, que eso nos complementa, y es verdad. Vemos la vida como un camino, como un itinerario de fe que queremos recorrer, y en el cual queremos crecer individualmente y como matrimonio, lo que implica que nuestro camino, cada uno desde lo que es y como es, va a ser el mismo, una entrega desde ahora y ya para siempre. El recibir este sacramento nos da el plus de vivir nuestra unión en la presencia de Dios y nos hace sentirnos aún más responsables de nuestra vida, de la de los demás.

A los que leéis esto, podríamos deciros que casarse requiere determinación, es parecido a cuando elegimos qué estudiar, dónde trabajar, qué responsabilidades adoptamos en nuestra vida. Obviamente, al pensar en una decisión así, surgen preguntas, miedos, pero se crece y se madura superando esos miedos, tomando decisiones después de sopesarlas con la oración y con un buen discernimiento. Hay personas que ayudan, otras que tienen y siembran dudas: pensar que el matrimonio es una “atadura” en la vida, mostrar miedo a que “no salga bien la cosa”… pero no dejan de ser pequeños momentos que se hacen minúsculos frente a la alegría que supone esta decisión. Sí, la alegría es la señal que te hace sentir que has tomado la decisión adecuada, que has encontrado tu vocación, porque el matrimonio es una vocación.